Al fin logre colocarme en pie, puse mi mirada fija en el espejo hasta ver lo más profundo que pude en mis ojos, ya no puedo ver más allá de esa mirada extraña que cada día me saluda y me reprime los pensamientos de felicidad que pueda empezar a tener, una vez más es el día siguiente, una vez más es la mañana próxima, una vez más estoy despierto. ¿Acaso no existe nada más? que dormir y despertarse bajo la misma tonta rutina de lograr el éxito, de alcanzar una meta, de tener más dinero, consumir más café, espera, el café me hace feliz, es el único momento de mi día donde mi escala de grises cobra calidez, donde mis tonos fríos me dan calor y donde mi rueda cromática no está balanceada hacia la tristeza psicológica del color, por más que lo intente este soy yo. Simple, ordinario y predecible, en un mundo que exige tanto a cambio de nada yo voy a mi ritmo, inteligentemente cobarde y estúpidamente retraído, se me hace tarde para salir, cada cinco minutos perdidos son horas de retraso, cad